Sobreviviente de ESMA reiteró acusaciones contra "El Tigre" Acosta por abusos sexuales

La testigo Beatriz García Romero, una exmilitante de Montoneros, efectuó un pormenorizado relato acerca de su cautiverio. También confirmó el secuestro de la joven sueca Dagmar Hagelin, quien fue herida durante un operativo que encabezó el represor Alfredo Astiz y que permanece desaparecida.

Por Canal26

Miércoles 29 de Mayo de 2013 - 00:00

Una sobreviviente del centro clandestino que funcionó en la ESMA durante la dictadura ratificó haber sido sometida a abusos sexuales por el represor Jorge "El Tigre" Acosta y recordó haberse enterado durante su cautiverio sobre los llamados "vuelos de la muerte", en los que cientos de prisioneros fueron arrojados con vida al mar o a las aguas del Río de la Plata.

La testigo Beatriz García Romero, una exmilitante de Montoneros, efectuó un pormenorizado relato acerca de su cautiverio en la ESMA y confirmó el paso de decenas de detenidos por el centro clandestino, sobre cuyos nombres fue interrogada.

Por la violación de García Romero y de otras mujeres que permanecieron en cautiverio en la dictadura el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) le pedirá al Tribunal Oral Federal 5, que lleva adelante el juicio oral, que Acosta se condenado por "delitos sexuales".

Durante la instrucción de la causa, el juez federal Sergio Torres procesó al Jefe del Grupo de Tareas GT·3.3.2 por ese delito, pero luego la Cámara lo subsumió entre otros crímenes de lesa humanidad tal como llegó a la instancia oral.

García Romero, quien en la actualidad es documentalista y fotógrafa, también confirmó el secuestro de la joven sueca Dagmar Hagelin, quien fue herida durante un operativo que encabezó el represor Alfredo Astiz y que permanece desaparecida.

"Le decíamos la Suequita, y sé que caminaba con mucha dificultad", dijo respecto de las secuelas de las heridas recibidas en la espalda por Hagelin.

Además, la testigo dio cuenta del secuestro y posterior asesinato de los diplomáticos Elena Homberg y Hector Hidalgo Solá, victimas del aparato represivo de la ESMA.

García Romero fue secuestrada en 1976 con otra compañera, Diana García, y, si bien ambas intentaron ingerir una pastilla de cianuro, fue esta última quien lo hizo aunque le aplicaron un antídoto sus captores, según relató la testigo.

Diana García fue trasladada luego en los "vuelos de la muerte".

Respecto de los abusos, la mujer dijo haber sido llevada en varias ocasiones a un departamento ubicado en Olleros casi Avenida Del Libertador y Acosta, que viajaba con ella, "iba con una valijita de cuero donde llevaba las sabanas", pero no dio mayores precisiones.

"Cuando me llevaban de vuelta a la ESMA, volvía a los grilletes, el tabique y al balde para hacer mis necesidades; estábamos a costumbrados a caminar con las piernas abiertas", describió la mujer durante su dramático testimonio, que abarcó también su paso por la Cancillería como empleada cautiva.

También dio cuenta de otro de los departamentos utilizado por Acosta en Ecuador y Santa Fe, donde dijo que la llevaba "el mayor del Ejército Mazolla" y la dejaba "todo el fin de semana": "A veces iba Acosta y a veces no iba", señaló.

Luego relató que en diciembre de 1975 un grupo de mujeres fue llevada a una quinta: "Había oficiales y Acosta les sugiere elegirnos. Terminamos una en cada lugar de la quinta y yo terminé con Velazco", sostuvo, pero aclaró que no fue sometida por el represor, que ya fue condenado en el juicio anterior.

Respecto de los "vuelos de la muerte", uno de los ejes de este nuevo juicio, recordó haber mantenido una conversación con uno de sus captores a quien identificó como un miembro de Prefectura de nombre Camilo Sánchez, alias "Chispa".

"Me llevaba a una quinta en un auto y me pregunta: ¿Vos sabés cómo se resuelve el tema de los traslados? " , a lo que la mujer le respondió de forma negativa y su interlocutor le confirmó: "Se sube a los aviones y se los arroja desde los aviones al Rio de la Plata".

Antes había dicho que junto a otros compañeros y a principios de su cautiverio les habían prometido llevarlos a granjas de rehabilitación en el sur del país, pero comenzaron a sospechar cuando quienes eran trasladados "dejaban las pilas de zapatos".

Al finalizar su testimonio, la testigo sostuvo que "los años (transcurridos) no atenúan nada; cada vez es mas atroz lo que se vivió, y más imperdonable".