¿Cómo detectar un gigoló y no ser víctima de un manipulador?

A continuación, algunas características que pueden ayudar a reconocer a un “Gigoló”

Por Canal26

Martes 25 de Agosto de 2015 - 00:00

La definición de “Gigoló” es más un apodo que algo conceptual. Un gigoló es alguien que es mantenido o recibe beneficios a cambio de mantener algún tipo de relación con una mujer, pero esto es consentido. Sin embargo, en el caso de público conocimiento, hay otro elemento: el engaño y la manipulación.

En este caso, podríamos llamar al hombre como “manipulador”, “mentiroso”, o más exactamente, como un “perverso narcisista”.

Gigolo de Granadero Baigorria.

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Características del perverso narcisista

Algunos perversos cometen actos delictivos por los que se les juzga a veces. Perverso es aquel que abusa de su poder, usando al otro como un objeto utilitario para sus fines y puede llegar a la violencia y abuso sexual.

Utiliza su encanto y seducción para abrirse camino en la sociedad, dejando tras de sí personas heridas y vidas desvastadas llevando a la víctima hacia la depresión, o aparición de síntomas somáticos y en algunos casos al suicidio.

  1. Tiene, ideas grandiosas sobre sí. (Megalomanía).
  2. Fantasías de éxito ilimitado y de poder.
  3. Se considera especial y único. Su majestad el bebe (patológico).
  4. Necesidad excesiva de ser admirado (necesita espectadores que lo adulen).
  5. Piensa que todo se le debe a él.
  6. Explota al otro en sus relaciones interpersonales. Lo destruye emocionalmente.
  7. Carece de empatía. No considera al otro como un ser humano.
  8. Envidia todo lo que el otro tiene y es por ello que intenta aniquilarlo.
  9. Ideas arrogantes.
Detuvieron en Santa Fe al "gigoló de Fray Luis Beltrán. Foto: NA.

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¿Cómo actúa?

El perverso elige a su presa, porque ve en esa persona lo que él necesita para su supervivencia emocional y económica. Arma a su alrededor una telaraña poderosa con el objetivo de atrapar a su víctima. El despliegue de la telaraña es grandioso: regalos, adulaciones, salidas costosas, coches de alta gama, nombres falsos pertenecientes a familias importantes y adineradas socialmente, deportes de élite. Mentiras de todo tipo para fascinar, encandilar y atrapar a su presa. La red o malla invisible le sirve para el logro de su objetivo perverso: dominarla, asfixiarla, poseerla en todos los sentidos y privarla emocionalmente de su vida, de su libertad y dinero.

Las víctimas son especialmente elegidas: son ingenuas y crédulas, confiadas, o atraviesan alguna situación particular que las vuelve vulnerables. Son fáciles de someter al dominio del otro, o sienten la necesidad de volver a ser cuidadas como cuando eran niñas. La búsqueda de un hombre potente que las cobije, proteja.

Otras veces la víctima se conduele y siente pena por el perverso y piensa: “Ya va a cambiar, yo lo voy a lograr, es una buena persona, no sabe lo que hace, yo soy la culpable, me equivoco, hago las cosas mal, el no tiene nada que ver…etc.”

La víctima quiere dar y el perverso narcisista quiere y necesita tomar lo que ella tiene y él no. Encuentro ideal y letal al mismo tiempo que la víctima desconoce.

El perverso es un depredador porque su vida consiste en apropiarse de la vida del otro, succionarle la líbido y mucho más. Por eso, el primer acto del depredador consiste en paralizar a su víctima para que no se pueda defender, ni pensar, ni subjetivarse, o sea, ser ella misma.

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¿En qué se convierte la víctima?

1) En adelante será el blanco de la violencia de su agresor quien a partir de allí se siente libre de culpa y cargo y sin depresión.

2) Va a pagar por crímenes que no cometió.

3) Nadie le va a creer y será blanco de todas las humillaciones y actos denigrantes de parte de su agresor.

El agresor a menudo, piensa: “la trato así porque a ella le gusta”. Así, anula a su víctima y la despoja de toda posibilidad de reacción. La confunde a tal punto de hacerle creer que ella se merece esos malos tratos. La culpabiliza haciéndola sentir que todo es por su culpa, que él tiene razón y la convence de que ella no es nada sin él.

Cuando el perverso actúa a través de ejercer la dominación sobre su pareja, consigue paralizarla con lo cual le impide defenderse. Cuando estas agresiones se minimizan los ataques aumentan y el perverso inflige en su víctima efectos graves en la subjetividad de la misma, llevándola a la destrucción moral y física. La víctima se siente depresiva, con síntomas somáticos y sin ganas de vivir. Es allí cuando hace la víctima la consulta psicológica.

Es por todo lo antes dicho, y a pesar de ello, que la víctima no puede desligarse del perverso.

¿Cómo se trabaja psicológicamente con la víctima?

El objetivo es ayudarla a pensar los mecanismos perversos de su pareja que la enferman y poder despegarse del vínculo con su dominador.

  • Aprender a identificar el proceso perverso de sometimiento y manipulación
  • Saberse defender con inteligencia y sagacidad
  • Acumular pruebas para el proceso judicial


El trabajo terapéutico va a tener idas y venidas, marchas y contramarchas ya que tomar conciencia de la vincularidad perversa no es tarea sencilla ni a corto plazo.

Trabajar sobre los sentimientos de culpa es laborioso pues la víctima siempre se siente única culpable de todos los males acontecidos en la pareja.

La telaraña tejida dentro de la cabeza de la víctima deberá ser analizada hilo por hilo y el perverso ideará algún plan para poner en duda el trabajo terapéutico que se está llevando a cabo. La tratará de loca, de desconfiada, de tonta, de inútil, la denigrará en cada momento que pueda.

El miedo o terror de la víctima a ser castigada por el perverso por animarse a desenmascararlo, a recuperar su capacidad para pensar y sentir y reencontrarse con su libertad serán también escollos pues un nuevo yo subjetivo y corporal debe advenir a partir de los nuevos desafíos que la víctima va encarando. Atravesará entonces momentos donde le cueste reconocerse a sí misma entonces se asustará y angustiará.

Deberá animarse a descubrir aspectos de ella misma que había perdido o dejado de percibir. Pero al sentirse aliviada de esa captura vincular perversa, poco a poco aparecerá la alegría por ir encontrándose con lo más profundo y querido de su ser, al poseer nuevas herramientas, vivir su espontaneidad y creatividad perdidas o desconocidas.

Encontrará nuevos ejes auténticos, sólidos que le armarán un sostén antes no construído.

Sus ideales y sus proyectos aparecen en el horizonte de su existencia con la esperanza de llevar a buen puerto la separación del depredador sabiéndose acompañada por su terapeuta y con un poquito menos de temor.

El alivio llegará por fin y esa nueva capacidad que ha adquirido luego de meses o de años, de profundo y duro trabajo terapéutico lograran en ella algo maravillo el poder detectar y oler al perverso inmeditamente, para nunca más quedar atrapada en su telaraña invisible, ni morder sus anzuelos dorados y maravillosos que como en el cuento de Hansel y Gretel la maravillosa casa de los dulces de ofrecidos por la dulce y simpática viejecilla solo servían con un propósito muy claro: “engañarlos” para después privarlos de su libertad, dominarlos y matarlos para saciar su propia necesidad que era “comérselos”.

El perverso en la sociedad

El contexto sociocultural actual permite que la perversión de este sujeto se desarrolle porque la tolera. Nuestra época rechaza el establecimiento de normas y las autoridades gubernamentales o sea el poder lo permite, lo facilita. En algunos casos, algunos individuos aplauden el engaño y dejan al perverso como un héroe con la capacidad de conquistar a muchas mujeres.

Dejar de nombrar la perversión es un acto grave. Supone tolerar que la víctima permanezca indefensa y que se la pueda agredir a voluntad y sin castigo.

Este escrito trata de divulgar su nocividad y su peligrosidad con el fin de que las posibles o futuras víctimas puedan detectarlos a tiempo como en el caso de Fernanda (C5N) y defenderse mejor como en el caso de Ana quien lo pudo sacar de su casa.

Los psiquiatras se muestran dubitativos a la hora de nombrar la perversión y prefieren hablar de psicopatías. La perversidad no proviene de un trastorno psiquiátrico según Marie-France Hirigoyen, sino de una fría racionalidad que se combina con la incapacidad de considerar a los demás como SERES HUMANOS.

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