Es filósofo, investigador del Conicet y cartonero

Joos Heintz es matemático y doctor en Filosofía recibido en Zurich. Por ideología y un pasado marginal que no puede olvidar, sale todas las semanas a cartonear por las calles de Buenos Aires. Conozca la singular historia de vida de este hombre con fuerte ideología.

Por Canal26

Lunes 18 de Diciembre de 2006 - 00:00

Joos tiene, por así decirlo, una doble vida: alterna sus clases de matemática en UBA y sus investigaciones en el Conicet con largos recorridos al borde de la vereda pateando la calle como cartonero.

Sí, y a pesar de que es difícil creer que un hombre de 61 años con un doctorado en Filosofía en Zurich y un profesorado en Matemática en Frankfurt pueda ser cartonero, ésa fue su elección. Claro que no lo hace por necesidad, sino como razón de vida y por el peso de un pasado que lo agobia: “Yo fui excluido del sistema y nunca en la vida voy a olvidar lo que se siente ser discriminado y marginado en la calle. Por eso tengo esa necesidad de acompañar a los que hoy están en esa situación”, cuenta con dolor en cada palabra y sigue: “Aunque debo reconocer que desde que me alejé de ese mundo, siempre me hizo falta. La marginalidad es parte de mi vida y no vine a vivir a Latinoamérica para ser un burgués”,

Al lado del camino. A pesar de que hoy tiene el pasar económico solucionado –cobra un sueldo como profesor en la UBA y otro en euros por clases que da en una universidad española– no tuvo una vida muy envidiable. Su padre debió escapar de Alemania y refugiarse durante la Segunda Guerra Mundial (su abuelo murió después de ser torturado por la SS), así que desde los seis años vivió casi como un paria.

“A esa edad las cosas empezaron a pudrirse”, se lamenta cuando recuerda que vivió en la calle con su madre después de que sus padres se separaran, y hasta pasó días sin comer. Incluso, un informe psiquiátrico le prohibió ir al colegio normal, por lo que tuvo que estudiar por su cuenta para poder ingresar a la facultad.

Como si fuera poco, pasó varios años en un conventillo alemán lleno de extranjeros, donde había desde linyeras hasta narcos. “La casa era muy famosa porque sólo en el tiempo que estuve hubo dos asesinatos”, se ríe pero mira, en el fondo, con un poco de vergüenza.

“Después de la crisis empecé a visitar asambleas barriales y me invitaron. Me pareció una buena forma de ayudarlos, de darles una mano. También para estudiar un movimiento que es muy complejo y diferenciado. No es una masa amorfa de incultos todo iguales como se dice. Hay gente con profesiones y hasta gente que está integrada a la comunidad como yo”.

Aunque Joos está casado hace 17 años con Ana Godel, nunca tuvieron hijos. Ella es una artista plástica argentina que conoció en Europa mientras estaba exiliada durante la última dictadura. Quisieron casarse dos veces, una en Suiza y otra en Dinamarca, pero por cuestiones legales no tuvieron suerte. Así que terminaron uniéndose acá cuando terminaban los años 80. Ana es su más cómplice compañera y es la que mejor cocina su comida preferida: la musaka, una especie de lasaña de origen turco que en vez de tener masa, está hecha con berenjenas, tuco y salsa blanca. Aunque, hay que decirlo, también es la misma que lo regaña cada vez que sale a cartonear.

En su claro intento por vivir al margen de la clase media, Joos decidió no mirar más televisión, de vez en cuando escucha radio y casi no lee diarios locales. “La mayoría no se puede leer”, dice y aclara que por eso se informa con Al Jazeera, el canal de noticias musulmán, y con su par alemán Der Spiegel, los únicos que cree independientes.