El lugar donde apareció el duende tiene misterios y rituales macabros

El cementerio está ubicado en Pocito, San Juan, y de allí habría salido el famoso duende o chupacabras. En ese lugar es frecuente la aparición de muñecos con alfileres, fotos, mensajes con insultos y hasta ropa interior. Un viaje a lo oculto que encierra miles de enigmas. (Ver galería de fotos).

Por Canal26

Martes 1 de Septiembre de 2009 - 00:00

El Diario de Cuyo realizó una crónica perfecta de lo que `puede encontrarse en ese lugar misterioso donde días atrás un vecino de la Chimbas, San juan, habría encontrado un ser extraño que hasta hoy nadie puede decir de que se trata.

La nota relata un viaje al cementerio de Pocito y dice “De pronto, entre la espesura de uno de los pasillos del cementerio municipal de Pocito, donde las estrellas no alcanzan a alumbrar el piso, un ruido crepitante se deja caer de los nichos superiores. A la una y media de la madrugada el aire es tibio, pero todo se congela en ese momento. Es apenas un par de segundos con ese sonido, que ahora llega hasta la nuca y baja rápido por la columna, hasta que alguien se da cuenta de que se trata de un par de palomas asustadas. Sólo palomas. Casi tan asustadas como los visitantes. Es en este mismo predio donde Ariel Fernández dijo haber encontrado al duende que aseguró retener una semana en su casa. Es este mismo lugar donde, según consta en los registros administrativos, promedio una vez al mes aparecen resabios de brujerías y magia negra entre los nichos: muñecos con alfileres, fotos, mensajes con insultos y hasta ropa interior pinchada con alfileres”.

El diario continúa contando que “un mueble en la oficina del encargado lo dice todo: junto a la botella de alcohol, para desinfectarse las manos por andar tocando nichos y fosas, descansa la botella con agua bendita. Por las dudas", dice Alfredo Tivani, a quien se le ponen los ojos rojos cada vez que recuerda que tuvo que usarla por primera vez cuando encontró una caja de zapatos sobre un ataúd. La abrió y quedó helado. Adentro estaba el esqueleto amarillento de un bebé. Con el agua bendita, él mismo lo bautizó (convencido de que se trataba de un caso de brujería) y lo enterró en el extremo Sur del cementerio, donde las cruces terminan confundidas con los autitos, muñecos y restos derruidos de juguetes dedicados a los angelitos.

“Los ruidos de este cementerio tienen esa particularidad: primero sobresaltan, al rato estimulan la alerta defensiva. Sobre todo cuando el sonido del agua corriendo por el canal del Noreste se corta con algunos revoleos espasmódicos de los cañaverales. Tal vez un zorro que bajó del cerro cercano. O un pericote. O alguno de los gatos, que son cada vez menos en este lugar. O lo que los lugareños de más edad identifican como la cueva de los duendes.

Por eso el recorrido toma una curva, hasta la puerta enrejada y sin vidrio de un mausoleo. Si los sonidos crispaban, no son nada al lado de ese cajón a medio cerrar, iluminado de a retazos por la Luna llena, con la tapa combada y marcas apenas visibles de alfileres que en un momento sostenían ropa interior de mujer y una lista de nombres. El nombre más remarcado era de un comerciante reconocido del centro. Cuando le informaron, fue hasta el cementerio, descubrió a sus familiares en la lista, dijo entender entonces por qué le estaba yendo tan mal en los negocios. Allí mismo, sin esperar, quemó todos los elementos del ritual. En poco tiempo más, ya había abierto sucursales en la ciudad”

Es escalofriante lo que cuenta el artículo del Diario de Cuyo que sigue tratando de descubrir las historias ocultas del lugar. “La parte más antigua del cementerio parece diseñada en Hollywood. En la penumbra, del piso de tierra crecen cruces desordenadas, desparejas, como si fuera el lomo herido de un reptil gigante. Las lápidas no están completas, algunas fotos quedaron tan desgastadas que los rostros son irreconocibles. Hay fosas hundidas, donde los crucifijos de madera terminaron quebrados y abandonados. El viento trae el silbido de los álamos cercanos. Y en ese laberinto de flores plásticas aparecen, cada tanto, sorpresas desagradables.

Lo más frecuente son los muñecos. Hechos en tela, encierran fotos de personas, además de papeles con nombres y regueros de insultos. Casi todos tienen además tierra y sal gruesa en el relleno. La mayoría de los muñecos que aparecen entre las fosas ni bien despunta el Sol, o incluso antes de anochecer, tienen alfileres clavados en ojos, boca y genitales. Y, cosidas con hilo o señadas con tinta, leyendas como "Muere, puta" o "Hijo de puta, que el diablo te lleve".

En el sector más señorial del cementerio, muchas entradas a los mausoleos están cerradas con candado. Sus propietarios se cansaron de encontrar muñecos con maldiciones. O cráneos hechos en parafina con una vela encima. O limones quemados y apuñalados con alfileres.

La madrugada sigue negra, pero empiezan a cantar algunos pájaros. El eco de las palomas sigue regando el aire. Sólo palomas. Sólo asustadas. Es sólo ruido. Pero dos parejas de jóvenes que estuvieron un poco más temprano, para "buscar duendes", llegaron hasta la entrada y dieron media vuelta. Había sólo ruido. Pero demasiados” (Fuente y fotos: Diario de Cuyo)