Coronavirus: cómo afrontar el miedo y ansiedad

En una columna, el neurólogo Facundo Manes de las sensaciones y sentimientos que enfrentamos y cómo hacer con la sobreinformación.

Por Canal26

Sábado 28 de Marzo de 2020 - 18:35

Coronavirus, ansiedadEfectos de la cuarentena.

El neurólogo argentino, Facundo Manes, analizó la cuarentena por el coronavirus y los efectos que tiene sobre nosotros en una columna para El País de España.

 

En su columna habla de las consecuencias emocionales que esta pandemia genera y “los comportamientos individuales y sociales”.

 

“Los seres humanos somos, básicamente, seres emocionales. Las emociones son episodios de cambios afectivos complejos frente a las diferentes circunstancias de la vida. En ese sentido, el cerebro parece estar programado para asociar ciertos estímulos con determinadas respuestas, como las reacciones de miedo que tenemos frente a una amenaza”, comienza en su columna.

 

Respecto al miedo lógico que esta situación genera en todos nosotros, define al miedo  como “un estado emocional generado por la percepción de un peligro o amenaza próxima. Tiene una función preponderante, porque a diferencia de otras emociones básicas, el miedo no puede ser pospuesto. Hace que el mundo se detenga, que todo el resto entre en un compás de espera hasta que ese peligro sea resuelto de alguna manera. La versión más evolucionada del miedo es la ansiedad, que corresponde no a un riesgo presente, sino a una emoción orientada al futuro. Es un sistema más complejo para detectar de forma anticipada o prevenir acontecimientos que se perciben como potencialmente negativos. La ansiedad es una respuesta adaptativa que puede ser muy útil, ya que también nos ayuda a la supervivencia”.

 

Manes habla de los sesgos cognitivos, que define como “una fórmula que sintetiza varias operaciones mentales o pensamientos encadenados. Uno de estos atajos mentales ligados al miedo y a la ansiedad es la “catastrofización”.”

 

Para explicar mejor ejemplifca, que “por haber vivido una serie de situaciones que pusieron en jaque la salud de personas próximas, creemos que esta pandemia actual será sumamente desgraciada para nosotros. Si nuestros sesgos catastrofizan, es posible que los estímulos que activan el sistema de peligro terminen siendo confirmados como tales por el pensamiento elaborado. Estas conductas se extenderán en el tiempo para garantizar seguridad y continuarán hasta que esa percepción disminuya”.

 

Sobre esto, explica: “Entonces la actuación de los sesgos ante las noticias sobre la pandemia mantendrá intactos los mecanismos del miedo y los hábitos que se desarrollaron para reducirlo, que muchas veces paradójicamente pueden aumentarlo. Así, se generalizará la percepción de inseguridad haciéndonos sentir aún más vulnerables. En el sentido contrario, si nuestros sesgos minimizan el peligro, podrían hacernos pasar de confiados. Por ejemplo, no registrar como importantes las recomendaciones de la autoridad sanitaria e incumplirlas. En suma, los sesgos pueden ser responsables de cómo sobrellevamos nuestros mecanismos innatos para la supervivencia. A su vez, pueden no adaptarse a situaciones nuevas y llevarnos a desarrollar malos hábitos de cuidado y seguridad, catastrofizantes o minimizantes”.

 

La sobreinformación puede aumentar la sensación de riesgo y, por ende, de miedo y de ansiedad: la sumatoria de estímulos no acrecienta el riesgo real, pero sí la sensación de amenaza y así juzgamos más probable que nos ocurra. Además, la ansiedad nos lleva a tomar medidas de seguridad que nos alivian transitoriamente (lo que se denomina “ilusión de control”) pero que en realidad hacen que la ansiedad reaparezca luego con mayor intensidad. Por su parte, los seres humanos estamos muy influidos por los demás y estamos finamente sintonizados para monitorear lo que todos los demás están haciendo (incluso inconscientemente)”, explica.

 

Como consejo, dice que “el primer gran antídoto para sobrellevar esta pandemia del comportamiento. Debemos enfocar nuestra atención en la información experta ya que eso sí puede ayudarnos a reducir los riesgos reales y protegernos. Hacer de más no trae mayores beneficios (y, como vimos, puede traer perjuicios a uno y a la comunidad); y, por supuesto, no hacer lo que hay que hacer también tiene consecuencias negativas para nosotros y los demás”.

 

“El real valor de nosotros como seres humanos no se da frente a la ausencia de miedo, sino en la responsabilidad y el compromiso solidario de cada uno con los demás”, concluye.

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