El drama de la beba que sobrevivió tres días en una alcantarilla tres días junto al cadáver de su madre

La frase del fiscal en el juicio llevado a cabo por la muerte de Paola Acosta fue lapidaria: “La degolló, señores”, afirmó. Y agregó: “Pido prisión perpetua, ¿alcanza?”. la pequeña Martina tenía 1 año cuando fue atada junto a su mamá por su padre en 2014. El testigo clave del caso habló con TN.com.ar en nota exclusiva de ese medio.

Por Canal26

Domingo 19 de Septiembre de 2021 - 18:23

Paola Acosta y su hija Martina, femicidio en CórdobaPaola Acosta y su hija Martina.

El caso no solo ha conmovido a la provincia de Córdoba, sino a la Argentina toda. Víctima de una brutalidad indescriptible, Paola Acosta cayó víctima del femicidio y la otra gran daminficada ha sido su pequeña hija Martina, que fue encontrada junto al cadáver de su madre tirada en una alcantarilla. El drama quedó plasamado con una historia tremenda que la periodista Luciana Soria Vildoza hizo en exclusiva para TN.com.ar, y que aquí reproducimos en su totalidad.

 

El 21 de septiembre de 2014, cuando la policía de Córdoba la rescató, Martina tenía apenas 1 año y 9 meses y llevaba 80 horas -más de tres días- junto al cuerpo de su madre asesinada en una alcantarilla. Su propio padre las había arrojado a ese lugar creyéndolas muertas a ambas después de atacarlas a puñaladas, pero en ese desagüe el espanto y el milagro pudieron hacerse lugar por igual. “Abriste los ojos y el sol guardó su pincel. Porque tu pintas el paisaje mejor que él”, expresó en un emotivo posteo en sus redes sociales “Maru” Acosta, hermana de la víctima, sobre esa beba que ahora tiene siete años y se convirtió en su hija del corazón.

 

La dramática historia había empezado a escribirse tres días antes, el 17 de septiembre, cuando Paola Acosta salió de su casa junto a su hija Martina para ir al encuentro de su expareja, Gonzalo Lizarralde, quien recientemente y con un estudio de ADN mediante había reconocido su paternidad e iba a entregarle la primera cuota alimentaria: 1400 pesos. “Bajo”, decía el último mensaje de texto que escribió la víctima. Nunca volvió, y esa misma noche la familia de Paola denunció su desaparición.

 

De acuerdo a la reconstrucción del caso, Lizarralde logró de alguna forma en la entrada del edificio obligarla a subir con su bebé a la parte trasera de su camioneta, las atacó y después trasladó los cuerpos hasta una boca de tormenta ubicada en Domingo Zípoli e Igualdad, justo al lado de una de las panaderías de las cuales él era proveedor. Allí las descartó y se fue después como si nada a su casa, donde su novia, que entonces estaba embarazada, lo esperaba con la cena.

 

La provincia de Córdoba entera se movilizó por aquellos días para dar con Paola y su hija hasta que, con las primeras luces del Día de la Primavera, se apagó para siempre la alegría de esa fecha para los Acosta. Paola ya estaba muerta cuando las encontraron. Había sido apuñalada cinco veces. Pero la beba, que también estaba herida, seguía con vida entre la basura y las ratas y repetía una sola palabra, un pedido desesperado, cuando la sacaron: “agua”.

 

El juicio por el aberrante caso llegó un año después.  el fiscal Diego Albornoz ante los jueces. “La nena tenía cortes en el cuello, estaba con hipotermia y deshidratada en la alcantarilla”, agregó, para después afirmar: “Pido prisión perpetua, ¿alcanza?”. La respuesta era no, no alcanzaba un veredicto para reparar el daño que ya se había hecho. Igualmente, Lizarralde fue condenado a la pena máxima. La única posible.

 

El testigo clave:
Entre las pruebas que lo incriminaron, se tomaron en cuenta las 14 manchas de sangre del mismo grupo que el de Paola que los peritos encontraron dentro del vehículo de Lizarralde pese a que lo había hecho lavar tres veces, y la declaración de un testigo que lo ubicó en la escena del crimen. El nombre de ese testigo es Pablo Oscar Heredia y su testimonio fue clave para que Lizarralde fuera detenido. Sin embargo, este hombre nunca antes quiso hablar con los medios. “No doy notas no porque no quiera, es que no puedo hablar”, explicó a TN.com.ar. Y no mentía. Los ojos se le llenaron de lágrimas al instante.

 

Heredia vivía con su esposa justo enfrente del departamento que alquilaba Paola con sus tres hijos. “Era una madraza”, sostuvo sobre la víctima, y apuntó: “Trabajaba en varios lugares para mantener a los chicos y los fines de semana vendía cosas en una feria. Ella no quería que el padre de la nena le pusiera el apellido o la reconozca. Solo le pidió ayuda económica porque no podía sola con los tres y la bebé era muy chiquita”.

 

Él y su esposa viven solos en ese edificio desde 1989. Nunca pudieron tener hijos, aunque lo desearon mucho. Tal vez por eso fue que ambos se habían encariñado tanto con esa madre trabajadora y con la pequeña Martina. Los ojos vidriosos del hombre dieron paso al llanto, y esas lágrimas ya no lo abandonaron durante todo el tiempo que duró la nota. Quebrado, repasó entonces la última noche que las vio, la noche que Paola fue asesinada.

 

“Yo volví de trabajar y me senté un rato, como siempre hacía, en el hall de entrada”, relató. Fue cuando vio aparecer por la vereda de enfrente la camioneta de Lizarralde, un hombre al que, hasta ese momento, nunca había visto. Por eso, cuando minutos después su vecina con Martina en brazos se subió al vehículo, le llamó la atención. “Me acuerdo que la nena me saludaba por la ventanilla”, dijo conmovido. “En ese momento los escuché discutir, hablaban fuerte los dos”, contó haciendo referencia a la víctima y el hombre condenado por matarla. Incómodo por la situación y para darle a Paola privacidad, Heredia entró a su casa y esa decisión, ahora, la lleva a cuestas como una carga. “Si en lugar de irme la hubiera defendido...”, remarcó dejando inconclusa la frase. “Siento que la podría haber salvado”, añadió.

 

Pero era imposible anticipar lo que iba a ocurrir después. Heredia le contó a su esposa la escena de la que había sido testigo y se terminó durmiendo mientras pensaba que era extraño que no hubiese sentido el ruido de la puerta de su vecina al volver. La respuesta llegó a la mañana siguiente y estalló como una bomba: no había escuchado la puerta porque ella no volvió. De hecho, Paola y Martina estaban desaparecidas. Desde entonces, el hombre convive con la culpa de no haber frenado la agresión. Pero su rol sí fue determinante para colocar a Lizarralde en la mira de los investigadores. Él fue el testigo que declaró en el juicio haber visto al imputado con la víctima esa noche y describió la camioneta con tanta precisión que la Policía identificó el vehículo en un allanamiento pese a que el acusado en su declaración había dicho que su coche era otro. El círculo de sospechas de cerró con el resultado de la prueba de luminol. Había sangre por todas partes.

 

Un nuevo comienzo.
Con Lizarralde condenado y preso y Paola muerta, la guarda de Martina quedó a cargo de “Maru” Acosta, hermana de la víctima. Actualmente, esa beba que sobrevivió el horror ya tiene siete años, cursa la primaria en la escuela municipal de barrio Arenales y aprendió a conocer a su mamá a través de lo que le cuenta su familia. “Ella sabe que su mamá se murió cuando era muy chiquita, le contamos que es una estrella que está en el cielo y que brilla mucho”, contó hace un tiempo “Maru”, su tutora, en una entrevista con un medio local. “Le hablamos bastante de Paola, de cuánto la quería, de cómo era, le mostramos algunos videítos de ellas dos que guardamos en teléfonos viejos”, agregó.

 

Afortunadamente, la inocencia ocultó en alguna parte de su memoria cómo fue que perdió a su mamá, pero sí sabe que ella también sufrió cortes en el pecho. “Sabe que sus heridas son por una lastimadura y una cirugía, pero no ahonda, no pregunta demasiado. A veces le vienen preguntas cuando está con la abuela y la deja en off side, después llego yo y voy buscando la vuelta para darle respuestas”, relató Marina. Y aunque todavía es chica y no entiende del todo de qué se trata, “Marti” participó ya de algunas marchas de Ni Una Menos.

 

En diálogo con La Voz, hace algunos meses, contó que a la nena le gusta ver películas, jugar con sus muñecas y suele pasar mucho tiempo en el patio con su abuela cuidando las plantas. Por último, concluyó: “Martina es inevitablemente una parte indivisible de mi vida, para mí es un privilegio compartir cada cosa con ella. Y aunque no era lo que planifiqué para mi vida, estoy muy contenta de formar parte de su vida”. TN.com.ar intentó también ponerse en contacto con ella. Aunque agradeció la ayuda que le brindaron los medios en su momento cuando su hermana y Martina todavía estaban desaparecidas, no quiso hablar porhoy prefiere evitar la exposición.

 

 

*Con la colaboración de Jimena Pérez, desde Córdoba.

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