55 años sin Evita

Hoy se recuerda la desaparición de Eva Duarte de Perón, quien en vida pasó de actriz a "abanderada de los humildes" y conquistó en la posteridad la estatura de mito de la historia política contemporánea.

Por Canal26

Miércoles 25 de Julio de 2007 - 00:00

"Torciste el Riachuelo a Plaza de Mayo/ metiste a las mujeres en la historia (...)/ Quizás un día nos juntemos/ para invocar tu insólito coraje/ Todas: las contreras, las idólatras/ las madres incesantes, las rameras/ las que te amaron, las que te maldijeron", predijo María Elena Walsh.

"Evita y la Argentina pasaron más de cien días muriéndose. En todo el país se alzaron altares de luto, donde los retratos de la difunta sonreían bajo una orla de crespones", describió Tomás Eloy Martínez en "Santa Evita". Nacha Guevara cantó "No llores por mí Argentina". Y el mundo entero conoció su impronta.

Murió con certeza el 26 de julio de 1952, exactamente a las 20.25. El comunicado oficial se[aló que a esa hora Evita había pasado a la inmortalidad. Millones de pobres velaron su cadáver embalsamado por Pedro Ara y llevado a la CGT por un cortejo de cuarenta obreros. Pero hubo quienes vivaron el cáncer.

Vivió poco, quizás 33 a[os. No se sabe, porque su partida de nacimiento desapareció: todo lo que hay es un acta apócrifa de 1922 y otra de bautismo, fechada el 21 de noviembre 1919. Sus hermanos, Juan y Erminda Duarte, también fueron bautizados aquel 21 de noviembre, a los cinco y tres años, respectivamente.

¿Qué edad tenía Evita? Quizás algunos meses, tal vez un año o dos. En el folio 495 del Libro de Bautismos A[o 1919 de la Capellanía Vicaria del Pilar, figura el bautismo de Eva María Ibarguren; pero en el Registro Civil de Junín, bajo acta 728, consta que María Eva Duarte nació el 7 de mayo de 1922.

Los historiadores consideran que esta última partida es falsa y que fue hecha en 1945 para casarse con Juan Domingo Perón, con el fin de disimular su condición de hija natural. Su padre, Juan Duarte, había muerto sin reconocerla.

Pero al escribir "La Razón de mi vida", Eva confesó que su "sola y gran ambición personal" no era la de llamarse Duarte: "Quisiera que el nombre de Evita figurase alguna vez en la historia de mi Patria", pidió. Y explicó por qué: "Cuando elegí ser "Evita" sé que elegí el camino de mi pueblo (...) Nadie sino el pueblo me llama "Evita". Solamente aprendieron a llamarme así los "descamisados". El 27 de febrero de 1946, apenas Perón ganó las elecciones, Eva hizo su primer discurso político y fue decididamente feminista, para asombro de todas las sufragistas: "La mujer argentina ha superado el período de las tutorías civiles -dijo-.

La mujer debe afirmar su acción, la mujer debe votar." En 1947, de viaje por la Espa[a gobernada por Francisco Franco, su rico anecdotario recoge que mantuvo una relación tirante con Carmen Polo, quien la paseaba por el Madrid borbónico, cuando el interés de Evita pasaba por ir a hospitales y barrios obreros y lograr -como obtuvo- para Juana Do[a, una comunista condenada a muerte, el perdón del dictador.

De regreso, contó: "A la mujer de Franco no le gustaban los obreros y cada vez que podía los tildaba de 'rojos'(...) Yo me aguanté un par de veces hasta que no pude más, y le dije que su marido no era un gobernante por los votos del pueblo sino por imposición de una victoria. A la gorda no le gustó nada."

En 1951 empezó a dictar "Mi Mensaje". El libro se perdió y reapareció en 1987. En 2006, tras el juicio que iniciaron sus hermanas creyéndolo apócrifo, se determinó que era auténtico. En él, Eva escribió: "Me rebelo indignada con todo el veneno de mi odio, o con todo el incendio de mi amor -no lo sé todavía- en contra del privilegio que constituyen todavía los altos círculos de las fuerzas armadas y clericales."

Y tras fustigar a las grandes potencias, sentenció: "Pero más abominables aún que los imperialistas, son las oligarquías nacionales que se entregan vendiendo y a veces regalando por monedas o por sonrisas, la felicidad de sus pueblos".

Al embalsamar su cuerpo, el doctor Ara había advertido: "Muerta puede ser infinita". No se equivocó. Para gloria de unos y pesadilla de otros, Evita conquistó la eternidad del mito y se volvió universal.