El Templo del Pop y de los únicos privilegiados

Que son los niños como dijo El General. Esos que en su gran mayoría coparon Obras para disfrutar de las manos de su padres de un show correcto y con sonido impecable en el que la banda de Ale Sergi corroboró que cualquier estadio puede convertirse en una pista de baile donde párvulos, adolescentes y porque no grandes dancen al ritmo de mucho más que “la guitarra de Lolo”. Por Sergio Corpacci

Por Canal26

Domingo 8 de Junio de 2008 - 00:00

Obras no parece Obras y esto que suena y preludia no parece un show de Miranda! No por rasgos etarios ni por look - que va - sino porque ni bien se apagan las luces suena de fondo “Highway to hell” de AC/DC quizá como reconocimiento de que esto, provocaciones inocentes y bienvenidas aparte, es el Templo del Rock aunque por una noche mute al Templo del Pop.

Obras no parece Obras. Es que el rebautizado estadio marca gaseosa que no da para promocionar luce cual patio colegial. Primario o Secundario, lo mismo da: desde chicas, chiquitas, y chiquititas hasta nenas, qué nenas, madres, qué madres tapizan a medio llenar el campo-patio en el que se destacan cartulinas de amor a Miranda! de recorte y diseño muy plasticola de nivel inicial.

Entonces antes de que arranque “Yo te diré” el mítico estadio es ya una gran de fe de erratas: donde decía banderas y aguante debe decir afiche jardinero y grititos, donde hubo pogo, hay baile divertido y donde decía “sacudida de cabeza en punteo de violero” hay trencito festivo y porque no uno que otro llanto histérico que juega al guiño cómplice al ser descubierto.

Elegantes y acorde con la propuesta musical los Miranda! es decir Ale Sergi, Julieta Gattas, Lolo y Monoto visten en consonancia cono el género y la ocasión. Y sobresalen la porra batida del guitarrista, el arte de la elegancia premonitoria rojiblanca del cantante a tres cuadras del Monumental y las piernas de chica superpoderosa de la fémina en voz y coros.

Con “Bienvenidos al Templo del Pop, mi amor” con la o bien estirada y la fonética tan Moria Casan, Sergi entra en contacto con sus fans para dejar en claro que la impronta kitsch, desfachatada e imbuida de desparpajo prevalece tanto en la música como en el saludo.

Y es el ritmo el que levanta a un estadio, que si bien no está colmado, se colma con cada tema en los que despuntan “Prisionero” que suena cortina de telenovela, “Enamorada”, “Déjame”, “Tu juego” y “Hola”.

Hasta que estalla en gritos y grititos con los primeros acordes de ese hitazo que es “Don” aquel con el que Miranda! se metió en los corazones infanto-juveniles y que, tras el prejuicio típico de un ambiente machista como el rock, se metiera en el bolsillo a quienes criticaron primero y se rindieron después al menos con una sonrisa o mueca con ese “solo que es la guitarra de Lolo” esta vez acompañada por la del violero de Airbag.

Hubo tiempo para las pantallas de fondo que simulaban impronta bolichera, las luces disparadas al centro del campo que explotó en cada tema y para los contornos de guitarras y bajos iluminados. Esos que le dieron otro toque distintivo a una banda que en la senda del pop de Virus – salvando las enormes distancias – la impronta bailable del primer Soda Stereo y porque no esos coqueteos a lo populachero de Pimpinela se abrió camino entre tanto rock chabón, macho o callejero. Senda apuntada a un nicho lleno de vida y energía como son esos chicos, chicas, chiquitas y chiquititas que no dejan de posar, bailar, volver a posar e inmortalizarse al ritmo del foto-foto-foto-foto.


Y con “Nada es igual”, colorín colorado, este show se ha terminado. Aunque no, ya que el set promediaba y sobrevendrían luego cerca de ocho temas más con “Perfecta” “Traición”, “Romix”, “Otra Vez”, “La Isla del Sol” y un Megamix que vaya uno a saber de qué se trató y a quien remixó.

Es que como decíamos al principio los niños son los únicos privilegiados, pero también los que mandan y los más impunes: el de quien redacta tras disfrutar menos y dormir más, ser soportado sobre los hombros, cabecear y puesto a upa obligó a abandonar el recinto sin la música, que al cruzar Avenida del Libertador rumbo a otra parte, seguía sonando.