Iron Maiden: El Gran Número de la Bestia

Cuero, piel y metal. Vestuario, parafernalia, contundencia. 90 minutos de virtuosismo, una aplanadora incandescente e inoxidable. Al show de los británicos no le faltó nada. O sí, verlo y poder contarlo. Por Sergio Corpacci

Por Canal26

Domingo 29 de Marzo de 2009 - 00:00

Cerca de las 21 horas de un sábado donde Diego Maradona y la Selección Argentina fueron 10+11, a unos kilómetros del Monumental de Núñez, algo también monumental se viene. Algo está por pasar, algo está por venir, cantaría un Beto Cuantró sin hippismo, con tachas y bien acelerado. Y lo que viene, lo que viene es Iron Maiden ni más ni menos. Menos tranquilidad en el campo hay de todo, manos que vienen y van, cuernitos, cabezas que se sacuden y un maremagnum de gente que puja por ver de cerca de sus ídolos y, como no lo consigue, o no lo tolera, retrocede sin rendirse.

Retroceder nunca rendirse jamás podría serla premisa del sexteto metalero inglés que con “Aces High” enciende motores y pone en marcha algo que durante una hora y media será épico, inolvidable, arrollador. Sobre una plataforma que lo coloca por encima de los tres violeros y el bajista, un Harris que suele usar y simular su instrumento como un arma, Bruce Dickinson, se entrega a la masa con esa presencia y voz que son una auténtica maza y ya nada importa. Sólo ver, oír, estar ahí. Ser parte del conjuro de la Doncella de Hierro.

Enseguida tras “Wratchild”, ‘Dos minutos para la medianoche’ miente en la franja horaria pero nos introduce en un tiempo que fue hermoso para muchos, esa adolescencia en la que gastábamos casettes de Maiden, que se enganchaban y había que darle a la birome y a la paciencia para no se corten y subsistan. Y todo es intenso, arrollador, luces, fuego, ormamentaciones egipcias y decorados que varían con cada tema se suceden mientras la lista ofrece un Fantasma de la Opera acorde y ese Trooper donde el vocalista pela y flamea bandera inglesa en territorio enemigo. Pero no hay por suerte tiempo para nacionalismos vanos. Sólo oídos y ojos para atesorar a Maiden que sacude por doquier con un track list de 16 temas en los que sobresalen Powerslave, Run to the Hill y el coreadísimo Fear of The Dark.

Y si algo le faltaba, si hay frutilla para este postre tan intensamente sabroso, ahí está la Eddie, mascota monstruosa de la banda, ofreciéndose cual momia blanca digna de una creación salida de la mente de un Tim Burton metálico para echar chispas por los ojos, porque el fuego, las llamas salen por los cuatro costados.

Es hora de los bises y el Número de la Bestia ofrece espectáculo y título a la crónica. El triple seis se sacude, el Estadio lo imita. Unas cincuenta mil almas son endemoniadas por un Lucifer que de mentira es tan cierto como el conjuro rockero que emana. Evil that men do y Sanctuary ponen fin a la ceremonia pagana, diabólicamente conjurada.


En Núñez la Argentina de Maradona sin Riquelme ganó, goleó y gustó. En Liniers no hubo fútbol pero el rock, con todos los Maiden de siempre también ganó por goleada.