Megadeth rápido y furioso

En una hora y cuarenta los californianos presentaron "Endgame", celebraron los 20 años de "Rust in Peace" y pasaron de la furia a la euforia: Mustaine se enojó con el sonido, se fue, volvió, se disculpó y luego enardeció a una multitud que colmó el Luna Park, se bancó una demora importante y alucinó en un final del juego arrollador clásico e inoxidable. (Ver video). Por Sergio Corpacci

Por Canal26

Jueves 29 de Abril de 2010 - 00:00

Venía mal parida la noche del miércoles. Una noche de miércoles también porque el soporte, que estaba anunciado para las 19.30, recién apareció a las 21 y el que soportó la molesta espera fue el fan que paga mucho y demasiado y sólo espera que lo respeten.

Y como no lo respetan, tampoco respeta a Claudio O'Connor recibido bajo un coro de puteadas, más allá de las 'lógicas' por esa puja eterna con Ricardo Iorio en la inconclusa estúpida novela metalera de quién se la banca, quién se la come y quién se la da.

Pero media hora después se ovaciona al ex Hermética y Malón más porque termina su set que por "Otro día para Ser" tema con el que se despide y que otro día seguramente será mejor escuchado.

Es hora entonces de Megadeth, Megadeth, Aguante Megadeth, cántico atronador en un Luna Park colmado de gente como de fechas subsiguientes, una de las razones por las cuales la banda de Dave Mustaine haya tenido tan sólo una jornada para presentar su ultima placa “Endgame”, celebrar los 20 años de “Rust in peace” y llevarse tras una hora y cuarenta minutos su música a otra parte de territorio latinoamericano.

Así a las 22.10, horario en el que a priori debía haber terminado, nacía otra fecha para la historia en tierras argentinas, esa que adoptó a los trashers metaleros californianos como propios con una fidelidad que asombra y aún los asombra. De a uno van llegando los músicos y la concurrencia explota ni bien divisa la colorada melena de Dave Mustaine, cada vez más parecido a Robert Plant, de impecable camisa blanca, muñequeras idem y obligado vaquero rocker.


Y si venía mal parida la noche del miércoles, el mal sonido del inicio con la voz hundida, el bajo desaparecido y las guitarras desaprovechada, lo confirmaron.

No iba a pasar mucho para que escuchar a esta verdadera aplanadora metalera deje ser un parto. Al cuarto tema, un molesto Mustaine se sacó la guitarra de encima y enfiló tras bambalinas. Y luego de unos minutos de confusión y antes de que los chiflidos y más impaciencia copen la escena, el colorado regresó, encaró el micrófono con cara de pocos amigos y pidió disculpas en perfecto castellano: “Disculpen chicos tenemos un problema”, reveló furioso y fue rápidamente resuelto.

Porque tras la intro de “Endgame”, This day we fight, In my darkest hour, la aún así arrolladora Holy Wars, y la descomunal Hangar 18, el sonido resurge con una fidelidad y una potencia inusitada, similar a la que el grupo en vivo ofrece y a la que el fan aún maltratado da.

Entonces todos se sienten más cómodos. La voz y la viola del colorado sacuden como patada en el estómago, resurge el guitarrista Chris Broderick, atrona Shawn Drover desde la batería enfundado en la camista de la Selección y machaca como debe ser el bajo del retornado James Lomenzo.

Se suceden entonces clásicos de su vasta discografía entre los que suenan Take no priosioners, Five Magic, Poison was the Cure, Lucrecia, y Tornado of souls, temas que metalera y con metalera mente guarda con rapidez en su celular un tal Lucas, joven fan de la primera hora, que permite al cronista imitarlo y así armar la lista de temas para esta nota.

Y si bien por acá dicen que 20 años no es nada, para Megadeth vaya si lo es. Clásicos de siempre, las dos décadas “Rust in Peace” y algo de “Endgame” comprimidos en una hora y curenta minutos son revisitadas ante un Luna Park completo que corea cada tema con devoción y emoción.

Emoción que rápida y furiosamente nos gana a todos en un sprint final para el recuerdo con Mustaine ya en cueros tras transpirar la camiseta, esta vez camisa, blanca tan contraria al imperante negro metalero.

Porque tras la emocionante, magnífica y acelerada “A Tout le Monde”, los corazones se aceleran al ritmo de “Simphony of Destruction”, “Trust” y el cierre con nada menos que “Peace Sells” con un colorado Mustaine que pasó de la planchada camisa al torso desnudo y transpirado. Del enojo a la furia metalera. Del desagrado al agradecimiento en general con los cuatro integrantes saludando, sin bises y tapados de cánticos y elogios. Y "Endgame".

Fin del Juego, Megadeth lo hizo. Venía mal parida la noche. Que lo parió cómo terminó.