La Fiesta de la X: una torrencial celebración

Entre las más de 50 mil personas que se acercaron al Parque Roosevelt a la pertinaz tormenta y aguacero que se inició a las 2:30 del domingo pasaron unas 13 de horas de música, sana convivencia, alegría, actividades y performances en un marco ideal.Así, el lema "La celebración de la diversidad cultural" se hizo carne en la multitud que disfrutó de la octava edición de una fiesta distinta en todos los sentidos. Vea la galería de fotos. Por Sergio Corpacci

Por Canal26

Lunes 19 de Noviembre de 2007 - 00:00

“Fue por una lluvia que realmente moje”. El presagio-letra del Indio Solari, ex líder de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota bien valen para graficar el motivo de que la octava edición de la Fiesta de la X “pusiera fin a su aventura”. Es que previamente el espíritu ricotero, el del ritual, “la misa” o celebración se paseó con creces por el Parque Roosevelt a través de la épica guitarra de Skay Beilinson. Y allí no hubo agua sino sudor y del más puro rocanrol.

Una hora antes del cierre, el cielo no pudo esperar más y dejó con ganas a “Loquillo y los trogloditas”, mítica banda de rock español que no pudo mostrar en tierras orientales el show que un día antes venía de ofrecer en Buenos Aires. Pero, uruguayos, a no desesperar, porque en seis meses vuelve para tocar.


Sin embargo tanta agua no podrá apagar tanto fuego sagrado, tanta convivencia, tanto rocanrol bien entendido. Es que rock y playa, en un espacio natural puede sonar a lugar común. Pero cuando todo se conjuga bajo el clima de camaradería en el que uruguayos- en su gran mayoría – y argentinos se prodigaron, el lugar común da paso a lo común del lugar.


Y fue tan común el cacheo previo, sin “desbundes” orientales o disturbios argentinos. Tan común acercarse a una barra, de las tantas que había que permitía evitar cualquier tipo de colapso e ir por una refrescante cerveza o un energizante. Si, alcohol en un recital de rock. Lo inimaginable de este lado del charco, es posible y a nadie llama la atención del otro. Mucho alcohol, pocos etílicos y quien lo padecía no lo evidenciaba al menos violentamente.


En lo que respecta a lo estrictamente musical la oferta fue variada y sería ocioso enunciar todos y cada uno de los escenarios. Pero por ellos con mayor o menor calidad de sonido pasaron lo disponible del ambiente local y argentino.


El éxito pergeñado por las bandas uruguayas más convocantes las llevó de gira europea para estas fechas con lo cual se sintieron las ausencias de “La Vela Puerca”, “El Cuarteto de Nos” o “No Te Va A Gustar”. Del lado criollo sólo se pudo oír la contundencia rockera de Skay y el folk rock de un León Gieco que capturó la atención de miles de asistentes que siguieron su show plagado de clásicos y nuevos temas del viejo pero vigente juglar. Algunos insultos en pantalla a través de mensajes de texto no empañaron la labor del argentino quien evitó entrar en conflicto con la gente.


Entre escenarios, gazebos temáticos y puestos de comidas hubo lugar para las diversiones. El Roosevelt es un parque y no faltó el “samba” sólo apto para mayores de 18 años, que cual niños eternos, hicieron la correspondiente fila durante toda la jornada.

Previo acceso a la playa se destacaban dos carpas sólo enfrentadas casi por ubicación. En una de ellas “Nación Rastafari” contagiaba de sones reggae. Enfrente “Arachanes” era puro hip hop, dance y reggaetón. Un poco más atrás el Escenario “Tango” develaba las tendencias del 2x4 clásico y moderno.


No fue un buen comienzo para Jaime Roos. A eso de las cuatro de la tarde el mítico cantautor uruguayo apareció en el escenario, de sombrero y con particular garbo. Pero el sonido, primero le jugó una mala pasada y se retiró de las tablas sin dejar de evidenciar la bronca que lo embargaba. Cuando volvió, le molestó que lo estuvieran filmando y frenó nuevamente “el toque”. Luego sí fue el tiempo de los grandes clásicos de Jaime que redondearon un show soberbio al que precedió un brillante set de la Orquesta Típica Fernández Fierro que gentilmente entre sus propios temas, descolló con una soberbia versión de “Las luces del Estadio”.



Y luego fue el turno de Skay Beilinson. Y la magia ricotera se paseó por el lugar. Entre la soberbia guitarra del frontman y la voz que semejaba a la del Indio Solari, sólo restaba cerrar los ojos y divagar con que los Redondos estaban de vuelta. Así entre temas propios de sus discos “A Través del Mar de los Sargazos” y “La Marca de Caín” sonaron “Rock para los dientes” lo que generó la euforia y el pedido ruego clamor de “Sólo te pido que se vuelvan a juntar”. De parte del músico sólo hubo palabras de agradecimiento. Del público un moderado pogo, alegría y mucha paz, tanta que una remera de “Me Verás Volver” con el logo de Soda Stereo pasó inadvertida. Algo imposible en tierras argentinas. Con “Ji Ji Ji” llegó el final realmente entretenido.


Caída la noche, las fuerzas comenzaban a decrecer en la visita a los demás escenarios. En la playa, donde la arena sacaba piernas, algunos artistas desplegaban su fuego y su juego de performances. Más allá Dani Umpi ofrecía su bizarro, festivo y deprejuiciado set, ataviado con el colorido de siempre. Poco después a los locales “Buenos Muchachos”, el sonido les impidió generar un audible show, que entre graves y agudos fue potente pero sin fidelidad.


Entre shows que culminaban y otros que empezaban se mezclaban los sones de “La Triple Nelson” y los locales que desgranaban camdombe en el escenario “De acá”. Más allá mientras se oía de fondo a León Gieco, el tridente conformado por Escanlar, Insúa y Ramis intentaban captar la atención de aquellos que optaban por humor antes que música. Pero entre los exabruptos de un Escanlar que giraba su monólogo en una internación por afección renal que generó variopintos comentarios, un Insúa que pretendía moderar al periodista, escritor y conductor televisivo y un Ramis que se regodeaba del temporal por venir y empaparía a la multidud, más que hacer humor corrosivo terminaron por correr a la gente.


Tras el extenso y potente show de Buitres comenzaron a caer las primeras gotas ,esas que pronosticaron los meteorólogos y a la que acertó el Ramis de turno.


Minutos después todo era corridas, aguacero, chaparrón, carpas colmadas y cuerpos intentando escaparle al agua. Y conseguir un transporte fue una verdadera quimera.


Y fue por una lluvia que realmente moje la que puso fin a la aventura. A las tres de la mañana la octava edición estaba suspendida y Loquillo se quedó con las ganas, tantas quizá como quienes quisieron saber de qué se trataba en vivo y en directo.

No habrá sido “un final feliz para pimpollos” pero la diversidad, la tolerancia, el respeto y la alegría dominaron la octava edición de una Fiesta, que en su X, fueron todas las letras.