Análisis político: Miguel Ángel Pichetto y una nueva concertación plural

El escenario político argentino y la importancia de "armonizar los intereses concurrentes por sobre los estilos divergentes".

Por Canal26

Lunes 22 de Enero de 2024 - 10:50

Miguel Ángel Pichetto. Foto: NA. Miguel Ángel Pichetto. Foto: NA.

Un artículo del politólogo Gustavo Marangoni para el Diario El Día, lleva adelante un profundo análisis sobre la realidad actual en materia política y destaca la importancia de "armonizar los intereses concurrentes por sobre los estilos divergentes" destacando para ello la figura de Miguel Ángel Pichetto.

Gustavo Marangoni. Foto: @gmmarangoni Gustavo Marangoni. Foto: @gmmarangoni

Miguel Ángel Pichetto en Canal 26.

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En esta nota, reproducimos lo escrito en dicho artículo:

La actualidad política no se entiende si se enfoca como una negociación entre el gobierno libertario y la “oposición dialoguista” en la búsqueda de un marco jurídico para las reformas impulsadas. Estamos frente a un acontecimiento más trascendental: el intento de construir una nueva coalición política que le otorgue gobernabilidad a un presidente fuerte en voluntad y débil en estructuras. Esa es la cuestión que se negocia por estos días en el Congreso, donde escasean las “fuerzas del cielo”.

El tratamiento del proyecto de Ley Ómnibus es una prueba de fuego a la viabilidad de construir una nueva “concertación plural”, esta vez entre el antiperonismo y el no peronismo. (Cierto que entre los arquitectos del intento se encuentran biografías de trayectoria en el PJ, pero más cierto aún es que hace rato se distanciaron de la visión predominante en esa estructura).

No resulta una tarea fácil, aunque tampoco imposible. Exige si, inventar con necesidad y urgencia -pero sin DNU- un artefacto eficiente para administrar y tomar decisiones en el contexto de una crisis económica profunda. Algo así como armar un rompecabezas sin tener una caja con la imagen que sirve de guía en la tarea.

BISAGRA POLÍTICA

El presidente encarna la realidad de la comunicación y las redes del siglo XXI, pero desconoce los rudimentos básicos de la administración de una estructura estatal que, además, detesta. Sus eventuales socios son parte de la casta, hijos del siglo XX, tan hábiles en los trámites parlamentarios y los juegos del poder como solo pueden serlo los conspicuos representantes de la “vieja política”. Estas vidas paralelas requieren de una bisagra que las una. Alguien que tenga la posibilidad de armonizar los intereses concurrentes por sobre los estilos divergentes. Una mirada que mire un poco más lejos. Esa persona es Miguel Pichetto. ¿Por qué? Porque se trata de un típico hombre de Estado, testigo y protagonista de mil batallas y roscas. Ahora ubicado en un lugar lateral -la conducción de un modesto bloque de veintitrés integrantes- lleva en los hombros una responsabilidad enorme: evitar una frustración temprana de la sociedad con la administración de La Libertad Avanza. Las consecuencias sobre las instituciones serían considerables. Las circunstancias han hecho de su figura una suerte de Talleyrand criollo.

Como aquel príncipe que, entre fines del siglo XVIII y principios del XIX, fue la línea de continuidad ante los muchos cambios que la historia francesa transitó entre el reinado de Luis XVI, las distintas etapas de la Revolución Francesa, el imperio napoleónico y la restauración monárquica, Miguel Pichetto estuvo presente desde los años del menemismo noventista en cada folio del gran expediente de la política local. Al pie de cada una de esas páginas escritas durante tres décadas está su firma que hoy se vuelve, otra vez, necesaria. Hombre previsor, siempre lleva con él su lapicera y no tiene pruritos para estampar su rúbrica. Su carácter áspero de jefe de preceptores se impone cuando la estudiantina se excede en sus pulsiones y desconoce las fronteras que la responsabilidad le impone a la dirigencia. El conoce a sus pares y ellos, a su vez, lo respetan. Ninguno se atrevería a acusarlo de traidor porque son plenamente conscientes de que siempre ha sido leal a las reglas del poder, que son pocas y concretas. Es un interlocutor válido para construir el nuevo oficialismo porque conoce las entrañas de todos los oficialismos. Y los códigos de convivencia elementales entre estos y sus oposiciones.

Esto le consta, muy particularmente, a Cristina Kirchner. Cuando el apogeo del macrismo amenazaba con arrebatarle sus fueros el entonces senador la rescató de las manos de un mecanismo que tenía más de persecución política que de justicia. Y ello no le impidió tiempo después integrar la fórmula presidencial con Macri para competir con el Frente de Todos. Aunque se declara enemigo del pobrismo, partidario del manodurismo y admirador de las ideas capitalistas libremercadistas no abjura de la necesidad de ciertas regulaciones y reivindica como pocos la profesión política resistiendo las banalidades de la moda de turno.

Como el mitológico centauro de la mitología grecorromana convoca en su anatomía dos especies diferentes. Esa extraña condición constituye su peculiar fortaleza para enfrentar la difícil tarea. Si se impone será el héroe discreto de la hora y también, una garantía de gobernabilidad futura. Si no alcanza su cometido los costos de la derrota lo pagará el gobierno que deberá acudir pronto nuevamente a sus servicios, pero en circunstancias más comprometidas.

Fuente: El Día

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